Jessica Durán, académica Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial UDLA Sede Viña del Mar
Ha llegado el verano, con su clima cálido y días más largos. Los niños, niñas y jóvenes ya no están en el colegio, pero esta época de vacaciones sigue siendo una oportunidad para que aprendan de manera distinta: jugando, explorando y disfrutando. Sin embargo, cuando hablamos de actividades recreativas, debemos preguntarnos si estas oportunidades son realmente para todos.
Las vacaciones suelen ser un desafío para todas las familias, y más para aquellas con estudiantes con necesidades educativas especiales. Muchos programas de verano no consideran la diversidad o neurodiversidad en sus propuestas, dejando sin mayores oportunidades a quienes requieren adaptaciones específicas para participar plenamente.
Las actividades recreativas no solo son una forma de entretención, también son espacios de aprendizaje, socialización y desarrollo de habilidades socioemocionales. Por ello, es fundamental que estas incluyan estrategias para que todos puedan disfrutar y aprender. Por ejemplo, talleres de arte sensorial, deportes adaptados o excursiones con apoyo especializado, acciones que enriquecen a los participantes y además promueven la inclusión social.
En Chile, aún falta avanzar hacia políticas públicas que impulsen programas de verano accesibles e inclusivos. Esto no solo beneficiará a estudiantes con necesidades especiales, sino que también contribuirá a sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de valorar y respetar la diversidad.
Las vacaciones son para todos y la educación inclusiva no tiene temporada. Como sociedad, familias y profesores, tenemos la responsabilidad de abrir estos espacios y construir un verano que cuide y vele por todos los niños, niñas y jóvenes de nuestro país. Sin duda, este es un reto importante para abordar en época estival.
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