Venezuela. La jura y la conjura

CARACAS, VENEZUELA-MAY 10: Skyline of downtown Caracas on May 10, 2013. Caracas is the capital and largest city of Venezuela and its metropolitan area has an estimated population of 3,055,000.Fabián Andrés Pérez, académico del Departamento de Humanidades de la Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar

Maduro ha jurado como presidente por un nuevo período que, de no mediar ningún evento exterior que corte la racha, se extenderá hasta el 2031. El escenario hoy es de mayor complejidad que el de las recién pasadas elecciones en julio de 2024, o de las legislativas en 2023 o que cualquier otro período antes que este. La tensión es respirable ya no solo en el Palacio Miraflores, las poblaciones de Caracas o cualquier otro territorio del país, sino también a nivel internacional. Aunque Nicolás Maduro haya hoy jurado como presidente, el chavismo ha mostrado su lado más débil: el pánico al regreso de Edmundo González, la represión como respuesta frente a la pérdida de la adhesión popular y la posible fragmentación de sus propias filas, además del indiscutible repudio internacional, incluso desde una parte de la izquierda latinoamericana que otrora le apoyó y compartió sus ideales. Maduro, para la izquierda, se ha transformado en el leproso del barrio. La decisión de cerrar el espacio aéreo por más de 72 horas, bloquear la frontera con Colombia y mantener un férreo control frente a la supuesta llegada de González, solo demostró la paranoia de la cúpula del régimen. Sí, porque a pesar de utilizar los simbolismos, figuras y rituales propios de la democracia, estos, en Venezuela han devenido en simulación y teatro, en una caricatura indefendible y desapegada de una realidad incorregible: el gobierno de Maduro es una dictadura, un régimen de facto que utiliza todo el aparato estatal y sus herramientas, por cuestionables e ilegales sean, contra su propia ciudadanía y para mantener el poder, sin temor a amedrentar a los familiares de opositores —por octogenarios que sean— o encerrar adolescentes y torturar a prisioneros políticos en el Helicoide, el centro de detención político más grande de América Latina.

Al parecer, poco le importa a Maduro lo que piense el resto, o al menos lo simula muy bien. Las sanciones contra el Estado e individuos pertenecientes a la cúpula del chavismo, el aislacionismo en que está y seguirá sufriendo Venezuela y la creciente pauperización de la vida en dicho país, parecen no importar, al menos en el espectro público. El discurso luego de la investidura, cargado de arengas contra Estados Unidos, Europa, el capitalismo internacional y cuanto enemigo figure dispuesto a hacer frente a la revolución bolivariana, demostró el delgado cristal sobre el cual está parado el régimen, evadiendo y construyendo la realidad. La pregunta podría ser, ¿alguien cree, sinceramente, lo que Maduro dice? Al parecer, sí, aun tiene una base más o menos leal o más o menos cooptada o, tal vez, atemorizada y que no ve otra opción más que seguir bailando al ritmo de la música de fondo. E ahí lo trágico de todo esto: el destino de las personas. Varios índices internacionales, analistas globales y expertos señalan que los sucesos actuales desembocarían en una nueva ola migratoria, cuyo impacto se dejará sentir en Estados Unidos y al sur, es decir, Chile, Argentina y Perú. Las complicaciones económicas, políticas y sociales, incluso emocionales y sensitivas no son muy claras y están en discusión. El paulatino viraje a la derecha podría indicar que habrá la intención de regular con mayor rigurosidad el problema migratorio, pero de tanta agua el cántaro puede romperse, dice el adagio. Además, que no es una cuestión menor, el racismo y el clasismo han tenido un nuevo auge, de la mano de este viraje o a contramano, para ser más precisos, de unos años anteriores marcados por el intento de abrir la sociedad a una sensibilidad diferente en torno al problema de los exilios forzosos. Como fuere, da la sensación de que el desenlace puede ser como el final de una tragedia griega: desolador, inesperado y que deje una enseñanza al que, escandalizado, alguno se atreva a mirar. Además de las sanciones, se ha puesto precio a la cabeza del régimen: 25 millones de dólares por Maduro y Cabello, respectivamente, y 15 millones en moneda americana por Padrino López, a todos quienes den información para arrestarles. Los cargos son por conspiración para el tráfico de cocaína, negocios ilegales asociados a la droga y otros. El acento que quiere marcar el Departamento de Estado norteamericano es el secreto a voces de los últimos años: es el narcotráfico quien sostiene al régimen de Maduro. Lo cierto es que la noticia aún parece estar en desarrollo.

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