Jorge Valdés Soto, académico de la Escuela de Fonoaudiología, UNAB.
Se han preguntado cómo se sentirían si luego de alguna enfermedad no pueden comer lo que más les gusta, porque se atoran, o porque no pueden masticarlo, o porque no pueden tragarlo. Ese problema se llama disfagia, y es la dificultad para llevar el alimento que está en la boca hasta el estómago. Este padecimiento es mucho más común de lo que creemos, en especial en la población de personas mayores, donde el envejecimiento muscular, del sistema sensorial, óseo y nervioso repercuten en el proceso de deglución.
Por la alta incidencia es crucial sensibilizar a la sociedad sobre los signos de alerta que pueden indicar la presencia de esta condición en personas mayores. La disfagia es una dificultad para tragar, y su detección temprana es esencial, ya que puede provocar dificultades como neumonías aspirativas, desnutrición, deshidratación, miedo al comer, pérdida de motivación hacia la comida. Dentro de los principales signos de alerta están la tos o ahogo durante las comidas, pérdida de peso no explicada por causas médicas, cambios en la voz después de comer, y la sensación de alimentos atascados en la zona de la garganta. En personas mayores, las dificultades para tragar pueden asociarse a problemas de salud subyacentes, como enfermedades neurológicas o el envejecimiento natural.
Es fundamental consultar a un fonoaudiólogo si se identifican estos signos, ya que un diagnóstico precoz permite implementar medidas adecuadas. La disfagia puede comprometer la nutrición y la calidad de vida, pero con intervenciones oportunas, se pueden mejorar los síntomas y prevenir complicaciones.
Para fomentar una alimentación segura, se recomienda primero que todo una buena higiene oral, alimentar sólo cuando la persona esté bien despierta, adaptar la consistencia de los alimentos según las indicaciones del especialista, evitar distracciones durante las comidas, y mantener una postura erguida al comer.