Paulina Aceituno Lodiz, directora Carrera Educación Parvularia, UNAB Sede Viña del Mar.
En noviembre se celebra el día de la educadora de párvulos y, a veces, nos preguntamos si estamos haciendo las cosas bien. Preocupan los nuevos datos recopilados por la UNESCO que muestran que 1 de cada 4 niños de 5 años no ha recibido nunca ningún tipo de educación de niveles iniciales. Esto representa 35 millones de los 137 millones de niños de 5 años en todo el mundo. A pesar de las investigaciones que demuestran los beneficios de la atención y educación de la primera infancia (AEPI), solo la mitad de los países garantizan la educación de los niños y niñas pertenecientes al tramo de educación parvularia.
¿De qué nos hemos olvidado? o mejor dicho, qué se ha postergado en las aulas infantiles? Se hace necesario dejar de lado la “escolarización” a que sometemos a los párvulos, rescatando la esencia de la niñez, es decir, el juego; como motor del desarrollo infantil, contenido de enseñanza, derecho del niño y facilitador del aprendizaje. Es indispensable que aportemos nuevas miradas para pensar en la actividad lúdica y en las prácticas cotidianas de nuestras escuelas, colegios y jardines infantiles.
Diversas investigaciones demuestran que el juego, brinda prácticamente todas las oportunidades para representar la forma como los niños y las niñas, van comprendiendo el mundo que les rodea y las relaciones que se establecen con él. Aprenden a crear, a resignificar, a conocer cómo y por qué suceden las cosas, a desarrollar su capacidad de asombro, a emocionarse, a convivir en este mundo diverso en el cual todos los seres humanos deben tener cabida, se aprende a respetar, a incluir y parafraseando a Humberto Maturana, ver al otro como un legítimo otro, en la convivencia diaria y en la preparación para la vida.
Los primeros años de vida son fundamentales en la formación de cada persona. Los establecimientos educacionales se deben identificar, como un espacio idóneo para la infancia en sus distintas etapas. La invitación es no adelantar procesos naturales de los niños en su aprendizaje y que la educación propicie oportunidades de aprendizaje, potenciadoras, innovadoras, inclusivas e integrales para niños y niñas. Volver a Incluir el juego en la enseñanza, así como lo hicieron los precursores, Montessori, Decroly, Froebel y tantos otros, puede resultar un desafío. Cabe preguntarse y en la educación, ¿qué no lo es?, cuando existe el pleno convencimiento que a través de ella es como los seres humanos progresan y que somos los profesionales de la educación infantil quienes debemos garantizar y liderar los procesos pedagógicos que se viven diariamente en nuestros ambientes de aprendizaje, donde el niño y la niña reciban lo que se establece en la Convención de los Derechos del Niño: una Educación de Calidad.