Dra. Agnieszka Bozanic Leal, académica investigadora de la Escuela de Psicología UNAB Sede Viña del Mar, presidenta Fundación GeroActivismo.
El espantoso caso de Gisele Pelicot, una mujer francesa de 72 años, violada por 51 hombres durante décadas, entre ellos su propio esposo, es un hecho que sacude la conciencia colectiva y nos obliga a reflexionar sobre la magnitud de la violencia de género en todas sus formas. Este crimen revela una verdad incómoda que, como sociedad, hemos tendido a ignorar: la violencia de género no tiene edad. El cuerpo de las mujeres sigue siendo visto como un terreno de conquista, un objeto que se puede invadir y destruir.
Durante décadas, se ha tendido a encuadrar el abuso sexual como un problema que afecta a mujeres jóvenes, en la cúspide de su vida reproductiva. Sin embargo, el caso de Pelicot evidencia que las mujeres mayores también son víctimas, a menudo invisibilizadas, de una violencia brutal que no se detiene ante la vejez ni el tiempo. La violación sistemática y la explotación a la que fue sometida por su esposo y otros hombres desafía cualquier noción de protección que, en teoría, debería venir con la edad y la “pérdida de atractivo físico”.
Este caso no es solo la tragedia de una persona, sino el reflejo de un sistema profundamente patriarcal que sigue permitiendo que el cuerpo femenino sea visto como un objeto a disposición de la violencia masculina, incluso en la última etapa de la vida. A menudo se cree que las mujeres mayores, por estar fuera del radar de los cánones de belleza dominantes, están exentas de estas formas de violencia, pero la realidad es que la vulnerabilidad no disminuye con la edad, sino que puede incluso aumentar.
En el caso de Pelicot, el hecho de que su propio esposo participara en los abusos es una de las facetas más desoladoras. Esto pone de manifiesto cómo las relaciones de poder y dominación dentro de la pareja pueden perpetuarse, exacerbarse y croniticarse a lo largo de los años, especialmente cuando la mujer es vista como una propiedad, no como un ser autónomo.
Pero, ¿por qué no hablamos más sobre la violencia de género en mujeres mayores? Existe una tendencia a subestimar o incluso desestimar los testimonios de las mujeres de avanzada edad, tanto por prejuicios generacionales como por la creencia errónea de que “ya no importa”. Sin embargo, la dignidad y el derecho a una vida libre de violencia no caducan con los años. Este caso debería impulsarnos a visibilizar una problemática que ha permanecido en las sombras por demasiado tiempo.
Lo que le sucedió a Gisele Pelicot es una tragedia que desnuda la profundidad de la violencia de género en todas sus manifestaciones, recordándonos que el sistema que permite tales atrocidades no discrimina por edad. La violencia de género no tiene edad ni límites, y mientras sigamos permitiendo que casos como este pasen desapercibidos o sean tratados como anomalías, seguiremos fallando a las mujeres de todas las edades.
Es momento de hablar de la violencia que sufren las mujeres mayores, de construir espacios seguros también para ellas, y de asegurarnos de que la justicia llegue sin importar la edad de la víctima. El caso de Gisele Pelicot es una herida abierta en nuestra conciencia colectiva que nos exige tomar medidas urgentes para que ninguna otra mujer tenga que sufrir de manera tan brutal y deshumanizante.No más violencia contra las mujeres, independientemente de su edad.