El 16 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, un recordatorio sobre la importancia de esta barrera de gas que protege la Tierra de los rayos ultravioleta. Esta capa ha permitido que la vida en el planeta prospere, actuando como un escudo contra las radiaciones más peligrosas. Sin embargo, por décadas, el uso de productos químicos, como el cloro y el bromo, debilitó la capa, generando una crisis ambiental que afectó tanto a los seres humanos como a muchas otras especies.
En las décadas de 1970 y 1980, los científicos comenzaron a advertir sobre el daño a la capa de ozono. El término “agujero de ozono” surgió en 1985, cuando investigaciones revelaron un debilitamiento severo sobre la Antártida. Esta alarmante situación movilizó a los gobiernos, y en 1985 se firmó el Convenio de Viena para proteger la capa. Dos años después, el 16 de septiembre de 1987, se firmó el Protocolo de Montreal, cuyo objetivo principal fue eliminar gradualmente las sustancias agotadoras de ozono (SAO). Chile fue uno de los países que ratificó este acuerdo, marcando un compromiso colectivo con la causa.
El Protocolo de Montreal ha sido un éxito notable en la cooperación internacional. La reducción en el uso de SAO ha permitido que la capa de ozono comience a recuperarse. Sin embargo, aunque el avance es significativo, el monitoreo continuo sigue siendo necesario para garantizar una protección a largo plazo.
Uno de los sectores que debe enfrentar su impacto ambiental es el turismo: el aumento de la actividad turística ha incrementado los niveles de ozono troposférico, debido al transporte y al uso masivo de aire acondicionado; la que en un inicio se consideró “la industria sin chimeneas” ha sido central en la destrucción de la capa de ozono y en la emisión de gases de efecto invernadero.
Aquí es donde entra el concepto de turismo regenerativo, una nueva forma de desarrollo que busca no solo minimizar el daño ambiental, sino regenerar los ecosistemas y comunidades afectadas.
El turismo regenerativo combina la ciencia occidental con conocimientos indígenas y locales, promoviendo un enfoque que revitaliza las identidades culturales y el patrimonio natural. Este enfoque es crucial en la recuperación post-pandemia y en la lucha contra el cambio climático, al tiempo que mejora la calidad del aire y reduce la presión sobre la capa de ozono; ya no se trata de sostener la situación actual, sino de hacernos cargo y reponer los ciclos naturales de la tierra.
El Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono es una oportunidad para reflexionar sobre las acciones individuales y colectivas que podemos tomar para proteger nuestro planeta. La elección de productos ecológicos y el apoyo a políticas públicas ambientales son formas concretas de contribuir. Proteger la capa de ozono es una responsabilidad compartida y este día es un recordatorio de que, juntos, podemos marcar la diferencia para asegurar un futuro habitable para todos.
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