Cada 8 de junio celebramos el “Día Mundial de los Océanos”, fecha proclamada por las Naciones Unidas para crear conciencia acerca de su importancia en nuestras vidas y la urgencia de su conservación.
Estos nos aportan múltiples beneficios, regulan el clima del planeta, producen gran parte del oxígeno que respiramos, constituyen una fuente importante de alimentos, rutas para el transporte y comercio. Además, son vitales para la salud mental y bienestar, ya que podemos gozar de su efecto calmante y relajante, así como obtener compuestos únicos con propiedades medicinales.
Sin embargo, hoy están bajo una gran amenaza. La contaminación por plásticos, la sobreexplotación de recursos marinos, los derrames de petróleo y el cambio climático, son solo algunos de los problemas que hoy los están afectando. El aumento de su temperatura producto del calentamiento global está provocando su acidificación, teniendo un efecto devastador sobre la biodiversidad y, en consecuencia, sobre su equilibrio ecológico.
Chile es un país muy privilegiado, ya que cuenta con una extensa costa de más de 4.300 km, por lo que su cuidado es una prioridad. La enorme variedad de ecosistemas marinos que encontramos en los océanos permite que sean hogar de una gran diversidad de especies, muchas de ellas endémicas. No son solo son fuente de recursos, recreación y biodiversidad, sino que también tienen una gran importancia en la identidad cultural y económica de las comunidades costeras.
Todos estos antecedentes nos hacen ver lo relevante de su cuidado. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Tenemos tanto por hacer y poco tiempo que perder. Los gobiernos, las empresas y los ciudadanos tenemos mucho que aportar. Eduquemos a nuestros hijos y a la comunidad en general, inculcándoles el respeto y el cuidado sobre nuestros recursos naturales. Con pequeñas acciones podemos generar un gran impacto, limpiando playas, minimizando el uso de plásticos, adoptando prácticas sostenibles y amigables con el ambiente marino, participando y generando acciones que fomenten su conservación.
Seamos agentes de cambio, no podemos ser indiferentes ante esta realidad. Somos los únicos que podemos interceder para que las futuras generaciones reciban este maravilloso recurso y puedan disfrutar, al igual que nosotros, de todos los beneficios que nos brinda.
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