Arquitecto Alan Fox Igualt, académico de Campus Creativo, UNAB Sede Viña del Mar.
Hemos visto en primera persona o al menos por las noticias y redes sociales, cómo se inunda el país cada vez que hay frentes de mal tiempo. Decir se “nos” ha inundado el país, no es un decir, nada más. Es que se ajusta esa palabra a nuestra propia responsabilidad con el manejo de nuestro más preciado recurso vital: el agua.
Sin siquiera adentrarnos en buscar el origen de estas últimas lluvias, las que han sido torrenciales y breves, pero muy intensas, podemos sí decir que estamos ante una situación que cada día se vuelve más compleja, a medida que pasa el tiempo.
Un punto clave está en la gestión de las aguas lluvias, algo que sí sabían hacer nuestros antepasados…tanto europeos como americanos. Drenajes de agua han existido desde tiempos inmemoriales, y somos sedentarios en buena parte gracias a que hemos “dominado” el recurso- agua.
¿Y qué pasa en nuestro siglo XXI? ¿Hemos aprendido o desaprendido de nuestros antepasados y cómo se entendían con el agua? ¿Acaso se nos ha olvidado toda esa sabiduría de nuestras civilizaciones antiguas?
Tan sólo un ejemplo: lo que habría detonado el ya famoso socavón de Reñaca, fue justamente una concentración inusual de aguas lluvias cuyo caudal hizo colapsar, en muy corto tiempo, un terreno que ha sido degradado en el tiempo dada la ingente construcción de grandes edificios en el sector. Esto se pudo haber previsto con una gestión más integral y circular del territorio.
En otras palabras, el aumento de la densidad poblacional, la desforestación, todo ello unido a los vaivenes del cambio climático, y la construcción inorgánica, nos están diciendo que hay que pensar en nuevas estrategias para enfrentar de mejor manera estos embates.
Ahora, no todo está perdido, y aun podemos ser optimistas, pero con acciones. Nuestras ciudades pueden y deben enfrentar este tema tomando algunas medidas urgentes y otras de más largo plazo, como estas: diseño independiente de evacuación de aguas lluvias, diferenciadas de las sanitarias, de modo de no generar contaminación; los suelos, van mucho más allá que acciones municipales para su diseño en medio de la ciudad. Debiese haber un plan a escala nacional, comunal y de barrio, es decir, incluyendo a las comunidades; diseño de suelos más permeables y más “inteligentes”, de manera que puedan absorber y también acumular agua; participación ciudadana más activa, sobre todo considerando que hoy la ciudadanía está cada día más sensible a temas ambientales, y por tanto los vuelven más suyos; cubiertas de edificios captadoras y acumuladoras de agua; drenajes de agua pluvial integrados en la trama urbana. Cada ciudad debiese tener una estrategia propia al respecto, ya que cada ciudad es distinta; estanques a escala de barrio que puedan suplir carencias de agua o bien ser una respuesta a emergentes incendios; reforestación de las ciudades, considerando que más del 50% de la población del mundo es urbana.
¡Lo que parece ser una certeza es que estos “desastres naturales”, los que ya vemos que no son tan “naturales”, irán claramente en aumento! De modo que se debiera actuar cuanto antes. Y cada uno de nosotros está en potencial de aportar desde su parcela o espacio.