Pablo Rebolledo Dujisin, director de la Escuela de Ciencias Ambientales y Sustentabilidad UNAB; y director de la carrera de Administración en Ecoturismo UNAB Sede Viña del Mar.
La contaminación acústica, definida como el resultado de sonidos no deseados en el medio ambiente, no solo perturba nuestra paz mental, sino que también tiene impactos significativos en nuestra salud física y emocional. Los efectos del ruido van desde la pérdida auditiva hasta el estrés, la presión sanguínea elevada y la dificultad para concentrarse, sin olvidar su influencia negativa en la calidad del sueño.
Cuando hablamos de turismo, los efectos del ruido se amplifican. Los hábitos de los turistas, como las conversaciones animadas, el tráfico vehicular y las fiestas, pueden generar molestias y conflictos con las comunidades locales. Es común observar un aumento significativo del ruido durante la temporada alta y los fines de semana, lo que no solo afecta la calidad de vida de los residentes, sino que también perturba la tranquilidad de los destinos turísticos.
Incluso en espacios rurales, donde se busca la paz y la conexión con la naturaleza, el ruido humano puede interrumpir la experiencia tanto de los visitantes como de los residentes locales. Estudios revelan que el 63% de las áreas protegidas registran niveles de ruido que superan el volumen de los sonidos naturales, lo que puede generar estrés en las especies animales y afectar los ecosistemas delicados.
Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? En primer lugar, es crucial que los turistas adopten una actitud de respeto hacia los lugares que visitan, ya sea un parque nacional, una localidad pequeña o un entorno rural. Esto implica ser conscientes del impacto de nuestro comportamiento y reducir actividades ruidosas innecesarias.
Además, las autoridades locales pueden implementar medidas para controlar y mitigar el ruido en los destinos turísticos. Esto puede incluir la creación de ordenanzas de ruido y vibraciones, la elaboración de mapas de ruido para identificar áreas problemáticas y la implementación de planes de acción específicos para reducir la contaminación acústica en lugares sensibles.
Por último, pero no menos importante, es fundamental promover una cultura de respeto y colaboración entre todos los actores involucrados en la industria turística. Esto implica sensibilizar a los turistas sobre la importancia de mantener la tranquilidad de los destinos que visitan, así como fomentar la cooperación entre las comunidades locales, las empresas turísticas y las autoridades para encontrar soluciones sostenibles a este problema.
En definitiva, el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido nos recuerda que el silencio es un recurso valioso que debemos proteger, especialmente en el contexto del turismo. Al tomar medidas para reducir la contaminación acústica y promover un turismo más responsable, podemos garantizar que tanto los residentes locales como los visitantes puedan disfrutar de la belleza y la tranquilidad de nuestros destinos turísticos, sin comprometer la salud ni el bienestar de nadie.
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