Un rectángulo de 6×3 metros es la diferencia entre todo y nada para cada una de las miles de familia que salvaron con lo puesto del megaincendio que arrasó con más de 9 mil hectáreas de sectores urbanos, agrícolas y forestales en la Región de Valparaíso.
Cinco comunas fueron las más afectadas, donde destacan Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana. Datos del estudio hecho por el Centro UC Observatorio de la Costa y el Centro Producción del Espacio UDLA, indican que en Viña del Mar se quemó un 10% del suelo construido, con más de 9 mil edificaciones dañadas.
En el campamento Monte Sinaí, que nació con el siglo 21, en el sector de Miraflores Alto de Viña del Mar, Techo estima que de los 246 grupos familiares que vivían ahí, sólo 21 lograron salvar sus viviendas del incendio que consumió el barrio en apenas dos horas. Entre las 2 y las 4 de la madrugada del sábado 3 de febrero pasado, 24 años de esfuerzo se redujeron a cenizas.
Como ahí nadie es propietario del terreno donde vive y el suelo no está regularizado, las personas no tienen derecho a las viviendas de emergencia que entrega el Estado a través del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred).
Esos “hogares transitorios” son 6 metros cuadrados más grandes que los que levanta Techo –miden 24 metros cuadrados– y traen un pequeño baño incluido, con WC, lavamanos y ducha. Pero la entrega de esas casas ha sido extraordinariamente lenta, más vista desde la urgencia de las familias damnificadas y no desde los naturales resguardos del gobierno por garantizar el buen uso de los recursos.
La cifra más reciente de viviendas entregadas por Senapred es de 319 en la región de Valparaíso. Esto ha redundado en que las alcaldesas de Viña del Mar y de Quilpué, y otros parlamentarios de la coalición de gobierno, hayan alzado sus voces para exigir premura.
Dentro de la precariedad, donde Senapred no puede construir, que es en tomas como Monte Sinaí, la ayuda ha sido sustantivamente más ágil y eficiente. Ahí, no tener un terreno regularizado; es decir, estar en situación de mayor pobreza y vulnerabilidad, ha allanado las cosas, porque puede actuar la sociedad civil organizada. Dada su naturaleza, estas organizaciones trabajan con mayor celeridad, complementando así la labor del Estado
Techo y nosotros que, como Hogar de Cristo, tenemos la tarea de habilitar interiormente las mediaguas, ya cumplimos con más de un centenar de entregas sólo en ese campamento, que igualmente luce como una zona de guerra. Los baños químicos están saturados de fecas; los guarenes circulan a plena luz del día; las luminarias solares que a fines de 2023 inauguró la alcaldesa Macarena Ripamonti son luces que, a causa del fuego, hoy agonizan o simplemente murieron. La luz hay que acercarla a las carpas o viviendas de emergencia con extensos alargadores y, aunque se habilitó una llave de agua potable en cada sitio, las marcadas pendientes, la acumulación de basura y escombros en los terrenos, no hacen fácil la tarea de contar con agua potable.
La semana pasada “vestimos” interiormente decenas de viviendas. Eran de las primeras construidas. Armamos una cama, dos camarotes, con sus ropas respectivas; un comedor con seis sillas; dejamos funcionando una cocina encimera con balón de gas; y las familias de casa hogar transitorio recibieron también una batería de cocina, un juego de vajilla, otro de vasos y un set de cubiertos.
Parece algo tan simple, pero permite comprender la urgencia de la emergencia.
Grecia, una abuela a cargo de su nieta con discapacidad intelectual; una joven familia peruana; y Natalia, una madre de dos preadolescentes con un embarazo de 12 semanas, agradecían, genuinamente emocionadas, esos enseres. Amparadas bajo esos 18 metros cuadrados, que si bien no son las viviendas que cada una ellas tenía antes del incendio, se sentían más tranquilas, seguras y dignas. Esos objetos de uso cotidiano las hacían percibir que algo de normalidad y sosiego volvía a sus vidas.
Conmueve el temor que todas manifiestan frente a la proximidad del invierno y los afanes para que los niños puedan volver al colegio, tal como preocupa la lentitud para abordar la precaria situación en que están miles de familias en el patio trasero de la Ciudad Jardín.
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