Camila Leigh, Profesora Investigadora FECS UNAB Sede Viña del Mar y Miembro del Centro de Investigación Urbana para el Desarrollo, el Hábitat y la Descentralización (CIUDHAD)Matías Rivas, Arquitecto y Magíster en Arquitectura y Diseño.
El inicio del año escolar es un evento que marca el fin de las vacaciones y el comienzo de un nuevo ciclo de aprendizaje para miles de estudiantes. Sin embargo, esta transición trae consigo un desafío recurrente que afecta a la mayoría de las ciudades: el incremento de la congestión vial. En Chile, este fenómeno se intensifica durante los primeros días de clases, generando retrasos significativos y afectando la calidad de vida de los ciudadanos.
La congestión vial es un problema multidimensional que surge de la interacción entre múltiples elementos, como los vehículos, sus conductores y la infraestructura vial. De acuerdo con una investigación llevada a cabo en Ecuador enfocada en la congestión originada por las instituciones educativas (Rodríguez, 2021), este fenómeno se atribuye principalmente al desequilibrio entre una demanda de transporte abrumadora y una red vial que no logra satisfacerla. Este desbalance se ve agravado por accidentes, deficiencias en la infraestructura y prácticas de conducción poco adecuadas. Estos factores no solo prolongan los tiempos de desplazamiento y aceleran el deterioro de los vehículos, sino que también elevan el consumo de combustible, exacerbando su impacto en el medio ambiente.
Ante este escenario, es imperativo adoptar estrategias efectivas para mitigar la congestión vial durante el retorno a clases. La reciente noticia sobre el regreso de más de 10 mil estudiantes a las aulas en la región de Coquimbo destaca las medidas de seguridad y mitigación de tránsito que se están implementando, tales como horarios de ingreso diferidos y planes de gestión de tráfico en áreas con alta concentración de establecimientos educacionales. Dado que en Chile existen 11.123 establecimientos educacionales, es crucial destacar la situación en otras regiones del país. Por ejemplo, la región Metropolitana cuenta con 2.893 establecimientos, Valparaíso con 1.199 y Biobío 1.034, La Araucanía 1.063, en todas y cada una de estas regiones la reanudación de actividades escolares también implica el regreso de miles de estudiantes, lo que representa un desafío similar en términos de congestión vial. En estas áreas, la cantidad de establecimientos educacionales y el volumen de estudiantes que se movilizan diariamente exigen estrategias de mitigación y planificación de tránsito específicas, adaptadas a las características y necesidades del territorio. La colaboración entre autoridades locales, instituciones educativas y la comunidad es fundamental para implementar medidas efectivas que aseguren un retorno a clases seguro y eficiente, minimizando el impacto en la movilidad urbana.
Para contribuir a la solución de este problema, es esencial que los ciudadanos adoptemos prácticas responsables y sostenibles en los desplazamientos: en primer lugar, se recomienda la planificación de rutas alternativas que eviten áreas de alta congestión, especialmente cerca de los establecimientos educacionales. En segundo lugar, fomentar el uso del transporte público o sistemas de movilidad compartida puede disminuir significativamente el número de vehículos en las calles. Además, ajustar los horarios de viaje para evitar las horas de mayor demanda puede ser una estrategia efectiva para distribuir de manera más equitativa la congestión a lo largo del día. Por último, promover el desplazamiento activo, como caminar o utilizar la bicicleta para trayectos cortos, no solo contribuye a reducir la congestión, sino que también fomenta estilos de vida más saludables y sostenibles.
Además, la coordinación entre distintas entidades, incluyendo la Seremi de Transportes, municipios, Carabineros y la Seremi de Educación, es fundamental para asegurar una gestión eficaz del tránsito. Esta colaboración permite reforzar la señalización y demarcación en puntos cercanos a los centros educacionales, así como optimizar la operación de semáforos y promover el uso del transporte público.
Para enfrentar eficazmente la congestión vial asociada al retorno a clases, es crucial adoptar un enfoque integral que considere tanto las medidas de mitigación a corto plazo como las soluciones estructurales a largo plazo. La inversión en infraestructura vial, la promoción de modos de transporte alternativos y la educación vial pueden contribuir a crear un entorno más sostenible y eficiente para todos. Además, es crucial reconocer el papel del crecimiento urbano, marcado por un auge en la construcción de vivienda colectiva, como una variable clave en la congestión vial que vivimos hoy. Solo en 2022, la aprobación de 125 proyectos bajo el Decreto Supremo Nº19, sumando 25.022 nuevas viviendas, nos enfrenta a una realidad ineludible: el volumen de transporte urbano está siendo alterado a una escala significativa. Si bien responder al déficit habitacional es un deber inaplazable, aún estamos en deuda con una visión holística que equilibre las necesidades inmobiliarias con el bienestar de la urbe. La reanudación de las actividades escolares evidencia esta falta de planificación, pues es en estas fechas cuando los conflictos viales se hacen más patentes y la ciudad, en su conjunto, se ve desbordada por el flujo vehicular en sus calles, esos mismos espacios públicos diseñados para la movilidad de todos. En este contexto, las dimensiones culturales de la movilidad urbana deben ser una constante en nuestra reflexión urbana, profundizando en cómo la movilidad modela la interacción social y cultural en nuestras ciudades. Es imperativo que los temas como la transformación del espacio público y el impacto del transporte urbano no queden relegados a estudios académicos o a discusiones técnicas, sino que sean abordados con la seriedad que merecen por aquellas entidades encargadas de regular el crecimiento urbano, en particular los municipios y ministerios pertinentes. La riqueza de conocimientos que la academia aporta, a menudo confinada a bibliotecas y archivos digitales, debe salir a la luz pública para informar y guiar las decisiones que darán forma a una nueva cultura de movilidad, una que aspire a la sostenibilidad y a una mejor calidad de vida para todos los habitantes de nuestras ciudades.