Comprender cuáles son los factores clave en el desarrollo del tomate que controlan el tiempo de maduración, acumulación de azúcares o su tamaño, es el principal objetivo que busca el proyecto que actualmente desarrolla el académico de la Escuela de Agronomía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), Gerardo Núñez, y por el cual recientemente se adjudicó un Fondecyt Iniciación.
Se trata de “Unravelling the role of the transcription factor NAC072 on tomato harvest time by omic data integration and functional validation”, investigación a través de la cual, según el propio académico, “se busca comprender de mejor manera cómo se desarrolla el fruto ”.
La idea de la propuesta surgió hace algún tiempo, mientras el investigador realizaba su tesis de pregrado. “Trabajábamos en un campo de duraznos, estudiando calidad de fruta y postcosecha, cuando nos encontramos con un grupo de árboles, en un campo comercial, que mantenía sus frutos pequeños, firmes y sin cambio de color. Esta población se cosechaba en enero, pero era posible ver estos frutos en mayo, junio o julio aún en el árbol, incluso después de que perdiera sus hojas. Además, si lo sacábamos del árbol y lo manteníamos en el escritorio, éste se mantenía firme. Estaban detenidos en el tiempo. Era un fenotipo muy interesante”, comentó.
Con el tiempo, descubrió que a estos árboles les faltaba un trozo de DNA que elimina completamente un gen, que corresponde al factor de transcripción que se analiza. “Creemos que es un regulador maestro del desarrollo frutal, porque actúa en estadios muy tempranos cuando el fruto es aún muy pequeño”, explicó.
Y precisamente es el estudio de este factor de transcripción el punto de partida para conocer cuáles son los reguladores de desarrollo que hacen posible que el fruto comience a crecer, que cambie de color, que acumule azúcar y que se ablande.
“Pasando al tomate, que es un modelo frutal, haremos una edición génica para eliminar ese factor de transcripción y, de esta manera, replicaremos el fenotipo que encontramos en el campo. Una vez hecho esto, utilizaremos herramientas genómicas y transcriptómicas (…) A medida que sepamos con quiénes interactúa este factor de transcripción, podremos empezar a editar sus genes blanco y desarrollar redes para comprender qué mecanismos controlan su cambio de color, su firmeza o la acumulación de azúcares”, complementó.
El trabajo tiene como punto de partida detener el desarrollo cuando el fruto es muy pequeño, señaló, “y de esta forma podemos estudiar lo que pasa después en forma metódica y clara para entender qué es lo que influencia el desarrollo de cada rasgo de forma independiente. Esto es algo que no se ha hecho antes y que podría ayudar a integrar los resultados de investigación que se han realizado hace muchos años”.
En la actualidad, el académico está desarrollando su investigación en los invernaderos de la PUCV en Quillota. “Es una gran oportunidad el poder dirigir un trabajo que comenzó a tomar forma hace casi diez años y abre una línea de investigación que, espero, pueda contribuir científicamente a comprender de mejor manera los procesos de maduración y desarrollo frutal”, concluyó.
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