Sandra Díaz Rozas, académica de la Facultad Enfermería, Universidad Andrés Bello Sede Viña del Mar.
Dentro de los problemas o riesgos a los que se pueden ver expuestos los bebés en verano, están el calor extremo y como consecuencia de ello posibles deshidrataciones.
Es sabido que los bebés no regulan bien su temperatura corporal y que suelen ser frioleros, pero eso no quiere decir que deban abrigarse en exceso o, por el contrario, tenerlos medio desnudos.
Los bebés regulan su temperatura principalmente sudando por la cabeza. Sin embargo, se debe estar atento a otros síntomas que podrían indicar que el bebé tiene calor, como mejillas enrojecidas, movimientos apagados, poco apetito, letargo o somnolencia excesiva.
Se deben vestir con prendas livianas, de algodón ligero y suave, como bodys, camisetas de manga corta, vestidos y pantalones cortos. Estas prendas permiten que la piel del bebé respire y ayuda a regular su temperatura corporal.
La deshidratación, es decir, la pérdida excesiva de agua corporal por efecto del calor es el principal riesgo de las altas temperaturas veraniegas o de pasar mucho rato en lugares donde se concentra mucho calor, como en un automóvil o debajo de una sombrilla en la playa. Las manifestaciones son muy claras; fontanelas y ojos hundidos, labios resecos, piel cuando se pellizca aparece arrugada y llanto con lágrimas escasas o sin lágrimas y rechazo del pecho o la mamadera. Si se percata de alguno de estos síntomas o signos, acuda de inmediato a un servicio de urgencia.
Sin embargo, lo primordial es asegurar una adecuada hidratación del bebé, si se alimenta a pecho no es necesario darle líquidos extras, si toma leche artificial y la mamadera se prepara respetando las cantidades de líquido y polvo indicadas por su médico y el fabricante tampoco suelen necesitar beber agua. Pero si hace mucho calor prueba a ofrecerle pequeñas cantidades de agua; si la rechaza, no hay de que preocuparse, siempre que se esté alimentando sin problemas.
Otro problema no menor, que puede presentar un bebé durante el verano son las infecciones gastrointestinales, producidas por virus o bacterias. El calor activa las bacterias que las provocan y sus síntomas, la diarrea o los vómitos, causa una rápida deshidratación, lo que se debe evitar por el rápido compromiso sistémico en los bebés.
El niño alimentado al pecho tiene menos posibilidades de sufrir estas infecciones, pero es relevante mantener una buena higiene lavándose muy bien las manos antes de cada toma. Si se alimenta con biberón en estos meses, es recomendable usar agua hervida, y esterilizar la mamadera, chupete, la rosca y la tapa antes de cada toma. Si decide preparar con anticipación la mamadera, guárdela en el refrigerador.
Finalmente, no se recomienda llevar de vacaciones a los bebés recién nacidos, sino hasta cumplido al menos un mes e idealmente después de dos meses de vida. Respecto al lugar de veraneo podrá ser la montaña, el campo o el mar, según las preferencias de cada familia. Lo fundamental es evitar la deshidratación y no exponer nunca al bebé al sol, no llevarlo a la playa, río o piscina, ni sumergirlo en el agua, porque es muy fría para él y contiene impurezas que pueden enfermarlo.
En los viajes en auto, se debe tener mucho cuidado porque a través de los cristales la acción del sol es más potente. Aunque el vehículo tenga aire acondicionado, las radiaciones solares le llegan igual. Por lo que es recomendable utilizar en las ventanas protectores solares, y/o no olvidar ponerle una gorrita. Siempre debe viajar atrás una persona junto con el bebé para que le pueda atender y saber si el aire está demasiado fuerte o le da el sol. Si se encuentra en un taco, es preferible salir de la carretera, ya que un vehículo parado a baja velocidad puede concentrar altas temperaturas.