Miriam Fuentes Navarrete, académica de la Facultad de Enfermería, UNAB Sede Viña del Mar.
Cuando hablamos de vacunas hay que considerar que cumplen dos funciones principales: protegernos a nosotros mismos y proteger a otros.
Por eso el éxito de los programas o campañas de vacunación depende de todos. Preocuparnos por el resto es el primer paso para prevenir la propagación de enfermedades como el COVID, la influenza, el sarampión, etc.
Las enfermedades prevenibles por medio de la vacunación casi han desaparecido en muchos países. Sin embargo, los agentes infecciosos que las producen siguen circulando en otros países, lo que en un mundo globalizado e interconectado como el actual, produce que fácilmente crucen fronteras geográficas e infecten a una población o persona que no está protegida. Es así como normalmente sabemos de brotes de enfermedades como sarampión en poblaciones con bajo porcentaje de vacunación como Estados Unidos.
Mucho se ha hablado de la seguridad de las vacunas y ante ello, es necesario resaltar enfáticamente que las Vacunas Son Seguras.
Las vacunas son productos inmunobiológicos creados en laboratorio y sometidos a diferentes fases de ensayos clínicos durante su elaboración, así como a evaluaciones regulares una vez iniciado su uso masivo. Requieren pruebas amplias y rigurosas normadas internacionalmente, que garantizan su seguridad antes de introducirla en un programa nacional de vacunación. Después de introducida, cualquier efecto colateral grave se debe notificar inmediatamente al personal de salud.
Están compuestas por antígenos, que son pequeñas cantidades de bacterias o virus de una enfermedad que se debilitan o matan, usando diferentes métodos científicos como atenuación, inactivación y tecnología de ADN recombinante. Además, poseen componentes para mejorar la respuesta inmune del cuerpo, los que se conocen con el nombre de adyuvantes. Finalmente, incluyen componentes que contribuyen a que la vacuna no se altere reduciendo la contaminación y manteniendo su efectividad durante su producción, almacenamiento, hasta ser administrada en la persona, lo que se conoce como excipientes (agua, conservantes y estabilizantes).
Las exigencias respecto a la seguridad y la eficacia de las vacunas son sumamente altas, porque se administran a personas sanas. Existen sistemas de seguimiento de la seguridad y la eficacia de todas las vacunas, datos que se utilizan para modificar las políticas sobre su uso para optimizar sus efectos, y permiten el estricto seguimiento de la vacuna mientras se la utilice. Lo anterior ha producido que la composición de las vacunas cambie a través de los años para hacerlas cada vez más seguras y con menos reacciones adversas.