Fonoaudióloga y académica de la Facultad de Educación, UCEN
A propósito del Plan de Reactivación Educativa propuesto por el Ministerio de Educación (que aborda la convivencia, la salud mental, el fortalecimiento de los aprendizajes, las condiciones para la enseñanza y la asistencia y vinculación), es importante no perder de vista el trabajo colaborativo que se requiere para lograr los objetivos propuestos en cada una de estas áreas.
Cuando se habla de trabajo colaborativo no sólo debemos considerar el trabajo que se realiza dentro de la escuela, sino también la vinculación que deben tener los establecimientos educacionales con los centros y establecimientos de salud. Hoy, sobre todo en educación, vivimos las complicaciones de esa disociación que llevó a no sopesar conjuntamente el costo que implicaba el cierre continuado de colegios sin un plan alternativo que pudiera paliar esa ausencia.
Trabajo hace más de 10 años en el Programa de Integración Escolar como fonoaudióloga, en un centro educativo público en Lo Hermida, Peñalolén; además, también soy educadora, lo que me permite hablar desde el área de la educación y la salud.
A pesar de las condiciones complejas, la falta de recursos y la poca importancia que recibe nuestro trabajo por parte de la burocracia, en estos años hemos desarrollado un programa de activación de la lectura a través de la estimulación de la conciencia fonológica. Esa es una de nuestras prioridades como equipo a lo cual estamos sumando —luego de la experiencia adquirida con niños, niñas y adolescentes en condiciones de altísima vulnerabilidad— la convicción de que, cuando se trabaja con estudiantes en estas condiciones, es necesario no sólo recuperar aprendizajes en la lectura sino también establecer un vínculo directo con los establecimientos de salud.
Tal como lo hemos dicho, para apoyar realmente los procesos educativos de estudiantes en situación de vulnerabilidad, debemos fortalecer los programas educativos existentes y, paralelamente a ello, se necesita información sobre los antecedentes de desarrollo de estudiantes con el objetivo de poder favorecer los aprendizajes de manera integral. Parte de ese camino es que las áreas de salud y educación trabajen y se vinculen de manera óptima (en el marco del respeto a la confidencialidad y los derechos de niños, niñas y adolescentes). La comunicación entre educación y salud debe ser directa para tener acceso a la información relacionada con las distintas etapas de su desarrollo.
Esta vinculación servirá para una retroalimentación bilateral en relación con el desarrollo de las y los estudiantes y para facilitar el abordaje transdisciplinario de las necesidades educativas individuales y/o especiales que puedan presentar las y los estudiantes a lo largo de sus vidas.
Y es la manera también para poder involucrar a las familias en este proceso, porque sin ellas, todo se hace muchísimo más difícil; integrarlas desde esta perspectiva también resulta más fácil, sobre todo en sectores donde más ausentes se encuentran y menos participan de la educación de sus hijos e hijas.
Como profesionales de la educación y de la salud creemos necesario e importante un diálogo transversal con un lenguaje unificado entre las distintas áreas involucradas en el proceso de la enseñanza–aprendizaje, en la cual el foco principal sea la reactivación y el potenciamiento de los aprendizajes. Salud y educación deben ir de la mano para enfrentar este desafío desde la información de las etapas y procesos de desarrollo, sobre todo en los primeros años de vida.