María Gabriela Morgado, académica de la Facultad de Enfermería UNAB, Sede Viña del Mar.
Los viajes vacacionales a lugares muy distintos a donde se vive deben siempre partir por aplicar el sentido común: ¿son sitios seguros? ¿es adecuado ir con niños? A veces se planifican viajes a ciudades de mucha exposición al sol, con pocas actividades más propias de la infancia, que no permiten el descanso o la alimentación necesaria de acuerdo con la edad.
Los padres deben evaluar los riesgos de cada destino. Existen precauciones propias de países tropicales, dados por la presencia de parásitos o enfermedades llamadas tropicales. En otros casos, se debe considerar la exposición a frío o calor, dependiendo de la fecha del viaje (viajar a Europa en invierno, con nieve y temperaturas bajo 0°C o en verano con temperaturas de 40°).
De acuerdo, a algunos estudios hay destinos internacionales donde los menores pueden contraer enfermedades. Las enfermedades tropicales no son exclusivas de niños, adultos también se contagian. En general, estas patologías son producidas por agentes transmitidos por vectores como mosquitos (dengue, malaria, zika, leihmaniasis, fiebre amarilla); por ratones (hanta, fiebre tifoidea) o por consumo de agua o alimentos contaminados (f. tifoidea, diarrea, hepatitis). Para algunas de estas dolencias existen vacunas. La vacuna contra la fiebre amarilla se puede utilizar a partir de los 9 meses de edad. No es parte del programa nacional de inmunizaciones, por lo que debe comprarse por quien la requiera. Debe administrarse 10 días antes del viaje y su inmunidad dura toda la vida. Para el resto de las enfermedades, las recomendaciones son preventivas: lavarse las manos con agua y jabón de forma regular, después de ir al baño o cambiar pañales, antes de preparar alimentos y de comer; no consumir leche sin pasteurizar, bebidas no embotelladas; alimentos crudos o sin lavar y/o pelar en el caso de frutas y verduras. Consumir solo mariscos y pescados cocidos. Se debe tener especial cuidado con la alimentación de lactantes. Tampoco ingerir alimentos comprados en puestos callejeros. Asimismo, se aconseja comer embutidos, fiambres y conservas con control sanitario y de comercialización.
Respecto a los repelentes de insectos el principio activo que se sugiere es el DEET, en una concentración entre 20-30%. En cualquier caso, no se recomienda su uso en lactantes menores de 6 meses en ninguna concentración. El DEET se puede aplicar sobre la ropa y los zapatos. Pero no colocar en la cara de un niño, debajo de la ropa o sobre piel irritada; ni en las manos (pueden llevárselas a la boca y “tragar” el producto, o a los ojos, provocando reacciones). No mezcle el DEET con protector solar. Los protectores solares se deben aplicar a menudo, mientras los repelentes no se deben usar más de una vez al día.
A los niños se les debe incentivar la vida al aire libre, en cortas salidas que van haciéndose más extensas, como un campamento, por ejemplo, en la medida que vayan creciendo y se contemplen todos los cuidados necesarios.