Por Paulo Egenau, director social del Hogar de Cristo
¿Qué trae la esperada Encuesta de Caracterización Económica 2020, la famosa CASEN? Malas noticias, sin duda. En una lectura muy inicial (aún no se liberan los resultados de indicadores y dimensiones por separado), hoy en Chile, 2.112.185 personas viven en situación de pobreza por ingresos, 583.901 personas más en comparación con 2017.
También aumentaron las personas que viven en situación de pobreza extrema; es decir, las personas con ingresos que están por debajo de los umbrales mínimos de alimentación y subsistencia. Desde 2017 a 2020, esa pobreza aumentó de 2,3% a 4,3%, lo que significa que pasaron de ser 412.839 personas en esta situación a más del doble, 831.232. Esta es la primera alza de estas cifras, en los últimos 20 años en el país.
Estos no son números; representan hambre, frío, angustia, enfermedad física y mental. Al observar los dos segmentos que constituyen quienes viven en situación de pobreza –“extrema” y “no extrema”–, es posible identificar que el aumento se concentra sobre todo en la pobreza más dura. También vemos que el aumento se distribuye de forma desigual en las regiones, donde algunas no presentaron variaciones con respecto a 2017, mientras otras tuvieron crecimientos dramáticos, como Tarapacá, que pasó de tener un 6,4% de su población en situación de pobreza en 2017 a 14,0% durante 2020. También destacan el incremento en las regiones de Antofagasta (de 5,1% a 9,3%) y Valparaíso (de 7,1% a 11,3%). Y el aumento de la pobreza extrema, que se da con extrema crudeza en Tarapacá (pasó de 1,7% a 6,9%) y en Arica y Parinacota (de 2,4% a 5,9%).
Las razones sanitarias impidieron además medir la pobreza multidimensional –que agrega factores como habitabilidad, educación, salud, entorno, apoyo y participación social, trato igualitario, seguridad–, porque el cuestionario se redujo y se hizo por teléfono, no presencial, lo que dificulta hacer comparaciones. A la luz de esta lectura inicial y dramática, hoy tiene más sentido que nunca la idea de no descansar, de no bajar los brazos, mientras haya un dolor que mitigar. Y no existe mayor dolor que el que te priva de tus derechos básicos, la pobreza.