Verónica Burón, neuróloga-pediatra e integrante de la Asociación Médica para la Prevención (AMP) y Anneliese Dörr, directora Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad de Chile, coinciden en el rol clave que deben tener los padres o tutores.
En los tiempos que estamos viviendo, no cabe duda que el impacto que hoy tienen las Redes Sociales en los adolescentes es cada vez mayor. Se ha observado que su permanente uso puede influir sobre patrones en el consumo de alcohol y drogas, básicamente por mecanismos de persuasión e imitación de pares, lo cual podría convertirse en un factor de riesgo.
Al respecto, Verónica Burón, neuróloga-pediatra e integrante de la Asociación Médica para la Prevención (AMP) señala que “la publicidad de alcohol en la televisión aumenta hasta 5 veces el consumo de éste en los adolescentes, incluso influye en el tipo y marca de trago que van a consumir. Un estudio europeo multinacional demuestra que el consumo de alcohol y también el tabaco en las películas aumenta el consumo de alcohol y tabaco en los adolescentes. Esto es similar en los diferentes países y aún después de controlar las variables socioeconómicas. Otros estudios relacionan el consumo de alcohol y marihuana con la exposición a contenidos pro alcohol y pro marihuana en Twitter.
En esa línea, Burón, quien también es directora de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia de Chile, sostiene que “según la encuesta Kids on Line Chile 2017, que se aplicó a niños entre 9 y 17 años junto por su cuidador, mostró que el consumo de medios, ya sea Internet WhatsApp y Facebook, va aumentando con la edad y es mayor en los fines de semana. La mitad de los niños y adolescentes pasa 5 horas o más en Internet. En cuanto al uso recreacional de medios en los niños y adolescentes, el 80% los usa para navegar o juegos en línea y el 95% para ver videos”.
Por su parte, Anneliese Dörr, directora Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad de Chile, señala que “la tecnología y sociedad de consumo han cambiado la forma en que se dan las relaciones familiares y sociales en general, lo que también ha repercutido en el desarrollo social, intelectual y emocional de los niños y adolescentes”.
Agrega que “una de las tareas de la adolescencia es la resolución de la identidad. Esta se refiere a saber quién es uno, que quiere hacer con su vida, lo que por supuesto tiene relación con la biografía que uno ha tenido. En el pasado las instituciones de la sociedad, como son el colegio, los padres, la religión, nos ayudaban a saber quiénes éramos y qué roles íbamos a asumir para así comenzar nuestra vida de adultos (elección de profesión, pareja, etc…). Hoy en día estas instituciones están desacreditadas y las redes sociales y los medios de consumo están determinando e influyendo peligrosamente en nuestra identidad. Por ello, es importante conocer el alcance, tanto negativo como positivo, que pueden tener las redes sociales en la tarea de saber quiénes somos y qué queremos ser. La comunicación a través de las redes sociales permite no ver al otro ni ser visto, usar otra identidad, experimentar roles, engañar (dar una opinión como si se fuese experto en el tema), y ser engañado (fake news). Si bien los usuarios no piensan en ellos como mentirosos, están siendo inauténticos, hecho que repercute en su identidad, ya que se muestran ante los demás de manera diferente a la que son, lo que finalmente termina confundiéndolos respecto a cómo realmente son”.
La doctora Dörr advierte que “el pasar muchas horas jugando y volverse adicto a la pantalla, estar dominado por el juego y la liberación dopaminérgica que esta produce, lleva al sujeto a ser más proclive a otras adicciones, ya que cuando no está jugando puede sentir síntomas de abstinencia que lo incitan a buscar por otra vía el placer momentáneo que le producía el juego, placer que desgraciadamente la droga logra reemplazar por un tiempo corto. Además, según los estudios del psiquiatra alemán Spitzer, la utilización sostenida de tecnologías produciría una disminución en la memoria y aprendizaje”.
Sobre la manera en que los padres o tutores debieran manejar el uso de las redes sociales de sus hijos, Burón sostiene que “se debe limitar el uso a menos de 2 horas diarias. Hay que supervisar y acordar cuáles son los sitios a los que puede acceder su hijo, acordando también los tiempos de uso y horarios en los que puede ingresar. En general, un niño menor de 12 años debiese tener limitado su acceso a ciertas redes sociales. Hay que hablar con el adolescente sobre el uso de las redes sociales, mostrarle los riesgos y demostrarles que se confía en su criterio. Todo adolescente debe estar consciente que estar en las redes sociales es estar expuesto, por lo que él debe evaluar de qué forma quiere participar y cuánto quiere exponerse. Lo más importante es fomentar la autorregulación, mostrarle también otras alternativas para equilibrar sus actividades en línea y sus actividades desconectado de ellas”.
En tanto, Dörr aclara que “aquellos hijos cuyos padres se caracterizan por ser exigentes y afectuosos a la vez, que los corrigen cuando es necesario, dándoles las razones lógicas, y que no usan el castigo físico, experimentan satisfacción de poder cumplir con las expectativas de sus padres, y que estos tienen una imagen realista de lo que los hijos son capaces de dar”.
Otro punto a tener en cuenta es que “por lo general, hasta que los hijos no crecen y alcanzan la mayoría de edad no piensan que en el futuro tal o cual cosa puede ser perjudicial, funcionan bajo el principio del placer, es decir hacen lo que les gusta. Por esta razón es que son los padres quienes deben determinar en última instancia qué es lo conveniente para el hijo, es decir guiar su conducta. Esto no quiere decir que no se contemplen sus gustos y aficiones, sino más bien que se las supervise, que se les ponga límites y que la transgresión a las normas impuestas tenga sus consecuencias. Desgraciadamente hoy en día se piensa en la felicidad en términos que ser feliz es estar contento, entretenido, y en lo posible no tener contrariedades, en circunstancias que la felicidad se debe entender como un resultado y no un objetivo”.