“Drama en las residencias: 1.517 ancianos muertos por coronavirus en toda España desde que comenzó la crisis”. El estremecedor titular de la cadena Ser es de hace tres días. En ese momento, esa cifra representaba el 37% del total de fallecidos en el tan duramente golpeado país europeo. En Chile, ayer se supo del contagio de tres adultos mayores y de una cuidadora en una residencia en Puente Alto, lo que podría ser el comienzo de una tragedia. Hoy se sabe que otros 6 residentes de ese establecimiento de larga estadía dieron positivo al Covid-19. De los 7 muertos informados hasta ahora en Chile, 6 eran adultos mayores con graves enfermedades preexistentes; y uno, un hombre que vivía en Santiago, tenía 64 años.
Es esencial –literalmente de vida o muerte– que el virus no entre a los lugares donde esta población de alto riesgo está en cuarentena. Hay que protegerlos a como dé lugar. Y en esa defensa férrea son esenciales elementos sencillos pero tan escasos y preciosos en estos días como las mascarillas.
Nosotros en el Hogar de Cristo atendemos a casi 4.500 personas en 144 programas residenciales a lo largo de Chile: adultos mayores, la mayoría, muchos no valentes; hombres y mujeres con discapacidad mental y enfermedades de base; personas que han conocido la vida en calle y el envejecimiento y deterioro prematuro que produce.
Para evitar que sean víctimas del virus, los trabajadores y trabajadoras de trato directo que los cuidan deben extremar las medidas de seguridad para no convertirse ellos mismos en vectores del contagio. Basta que uno se contagie para que se produzca lo que los expertos llaman un cluster; es decir, un brote en racimo, como ha pasado en Madrid, donde una mañana amanecieron 16 adultos mayores muertos en una residencia, situación que se ha seguido repitiendo.
Tenemos órdenes de compra en Chile y el extranjero, pero de aquí a un mes, no hay mascarillas. Por eso pedimos con urgencia a las autoridades sanitarias que nos apoyen en resolver esta crítica situación. A diario, necesitamos 8.000 mascarillas, 4.572 pares de guantes diarios, 1.524 trajes de aislamiento, 9.144 más visores desechables y cerca de 800 litros de alcohol gel, con los que no contamos. La vida de casi 4.500 seres humanos vulnerables depende de que consigamos esos insumos básicos.
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